Arrugas, pérdida de densidad cutánea, flacidez, manchas, bolsas…La lista de huellas que deja el paso del tiempo en nuestro rostro es considerable. Al igual que el número de soluciones que nos aporta el mercado, donde tratamientos en cabina terapias médico-estéticas o incluso quirúrgicas, se entremezclan con promesas de juventud instantánea y una larga lista de “soluciones milagro” que se lanzan diariamente para ponerle remedio al tic tac biológico. Por eso, antes de hablar de terapias antiaging, hay que tener clara una premisa: envejecer es un proceso natural inevitable en el que nuestra piel va perdiendo poco a poco los atributos que la mantenían en perfectas condiciones. Hoy os dejo mi última colaboración para Vida Estética en la que hablo de la edad sin excusas ni eufemismos.
¿Porqué envejecemos?
La piel cuenta con tres capas. La más profunda es la hipodermis, una especie de “airbag” formado por adipocitos que dan volumen al rostro. Su función como amortiguador de las presiones ejercidas en la piel pierde efectividad con el tiempo, con la consecuencia inevitable de la pérdida de densidad. Por otro lado, la Epidermis (la capa intermedia) es algo así como nuestra red de sujeción; que se compone de colágeno y elastina; ambas proteínas que nuestro organismo va poco a poco sintetizando en menor cantidad, hasta que deja de generarlas y nuestra red “se rompe”, lo que nos lleva a empezar a sufrir flacidez.
Por último lo que pasa en la epidermis, que es la capa más superficial, es básicamente que nuestras células se ponen perezosas con el tiempo y van regenrándose con menor frecuencia y por otro lado, se altera la unidad epidérica de melanización, que es la responsable de la homogeneidad del tono cutáneo y cuya alteración da lugar a la aparición de manchas.
Envejecer más tarde y mejor.
Sabiendo que la juventud es un bien efímero, podemos hacer dos cosas; pretender lo imposible y comprar las fantasías anti-arrugas más disparatadas, o trabajar para que nuestra piel envejezca con más dignidad, más tarde y se convierta en un testigo alagador de nuestras experiencias vitales. Como esteticista con más de treinta años de recorrido, creo que este es el único enfoque que va a asegurarnos un bienestar tanto psicológico como físico compatible con la realidad. Actualmente son muchas las herramientas a nuestro alcance para fomentar un envejecimiento digno y bonito; y también para prevenir los achaques del paso del tiempo en el rostro. Otro mantra que considero crucial para mantener la frescura a pesar del paso del tiempo es precisamente este: Mejor prevenir, que curar. Y es que si pretendemos ponerle remedio a veinte años de descuidos, los resultado van a ser mucho más limitados que si le damos a nuestra piel su dosis de mimo necesaria desde el principio. Ni todo el mundo envejece de la misma manera, ni al mismo tiempo, y una persona que ha cuidado su rostro a los veinte, disfrutará de unos cuarenta mucho más lustrosa. ¿Algunos tips para prevenir y mantener nuestra salud cutánea fresca?. Desde luego, el gesto prioritario es la oxigenación del rostro, junto con un ritual adecuado y sobretodo, adaptado a nuestras necesidades. Evitar la exposición prolongada a los Rayos UVA es otro de los mantras de cabecera para que nuestra piel no se “acartone” y se llene de manchas demasiado pronto. Los buenos hábitos de sueño y nutrición también le aportarán beneficios a largo plazo al rostro. La conclusión es que un cuidado progresivo, atento y persistente contribuirá a que nuestra piel siga funcionando como un reloj por más tiempo.
Soluciones que restan años.
Nuestra piel deja de generar colágeno (responsable principal de la firmeza del rostro) ya en nuestra veintena. Por mucho que nos cuidemos, a partir de los cuarenta – aunque depende de la persona- hay que prestarle una atención extra a la piel para que su arquitectura y aspecto no revele años de más. La ventaja es que si nos hemos cuidado, conseguirlo es coser y cantar y más si tomamos como aliados de cabecera estos tratamientos y pautas:
Oxigenación sí o sí: Es la primera parada hacia un rostro sano, pero en su función como tratamiento que despeja la tez, contribuye a que cualquier tratamiento posterior sea más efectivo, potenciando activos y terapias anti-edad.
Radiofrecuencia multipolar: Lo que hace este dispositivo es difundir calor a nivel dérmico estimulando la colagenogenesis o producción de colágeno. Una sesión semanal puede salvaguardar un rostro firme.
Mascarillas con activos de rescate: Son una tendencia en auge, porque penetran con mucho más ahínco en nuestra piel y sus efectos pueden verse enseguida. Pero si además optamos por firmas cosméticas que cuenten con fomulaciones de baja densidad, la potencia de un tratamiento en cabina se duplica.
Medicina estética sotenible: El abuso del pinchazo puede ser contraproducente. Pero un buen tratamiento de Botox o Ácido Hialurónico a tiempo, es una de las medidas más efectivas que existen en el mercado para acabar con arrugas y soportar densidad si perder naturalidad.
Limpieza facial diaria: El gesto de no desmaquillarnos pasa factura a la larga, precisamente porque un rostro sucio, funciona peor que uno limpio. Un gesto tan sencillo como desmaquillarnos día y noche, puede marcar la diferencia.
Artículo publicado inicialmente en Vida Estética (Nº Enero 2018).